jueves, 1 de agosto de 2013

Pucheros

Esta mañana, según conducía camino al trabajo, entre pensamiento y pensamiento he pensado y este ha vencido a los demás a pesar de ser terciario y he notado en mi rostro como este ha conseguido de mí una mueca involuntaria, un ligero “puchero”. Me ha llegado al pensamiento las sensaciones que provocan la perdida de seres queridos, ya sea el motivo cual sea. En los últimos meses, puedo decir que he sufrido grandes pérdidas a nivel amistad. Mi amigahermanacompañera dejó la empresa donde trabajábamos juntas desde hace 8 años. Miniña Alexandra acabó la beca y también se marchó, no solo de la empresa sino que anoche llegaba a Washington a seguir estudiando sin poder regresar al menos en 2 años. Ayer fue el último día también de mi otra niña, ella también acabó su beca y de momento regresará a casa con la familia a cientos de kilómetros de Madrid. No puedo asegurar que las volveré a ver de nuevo, al menos a las niñas, y eso ahora en este momento me duele a rabiar. Me duele de esta forma porque está reciente la “perdida. Hoy las echo en falta para el café matutino al igual que las echaré en falta para el vespertino. Miro al espacio vacío que ayer dejó Alicia y mi estómago se encoje al igual que lo hace cuando bajo a la planta 11 y en el lugar que ocupaba Alexandra ahora hay otra persona. Se que debo pasar un pequeño duelo y que según pasen los días, el dolor y la sensación de pérdida , o, egoístamente diría que de abandono , se irá pasando y ellas y yo tendremos que hacer un esfuerzo para rememorar momentos y de esta forma obligarnos a echarnos en falta sin que ello signifique que hemos dejado los sentimientos a un lado, tan solo es que la constancia crea la necesidad, el hábito o la rutina y todas ellas entre sí, algo llamado dependencia. Cuanto más tiempo se comparte con alguien más se le echa en falta en su ausencia y los minutos hasta el próximo encuentro son insufribles pero, llegado otro momento, el momento en el que se ha estado un tiempo sin compartir, la necesidad cede poco a poco y lo que nos induce a regresar puede ser el recuerdo de momentos vividos, olores, colores, el sonido de una voz o, puede que no, que el hecho de que estamos obligados a vivir se convierte en antídoto y el tiempo nos cura y la necesidad se disipa considerablemente haciéndonos dudar si queremos o no regresar o que regresen. Después de un periplo, mañana regreso de nuevo, porqué será?

miércoles, 29 de mayo de 2013

Sobreviviré

13 de Mayo. Durante 15 días, debo “sobrevivir” sin mi coche. Una frase un tanto arriesgada he de reconocer. Esta mañana hacía fresco y he decidido ponerme una gabardina ligera que de repente al verme ante el espejo, he visualizado en el armario como la prenda que me iba a la perfección con el vestido que llevaba puesto. He cogido el bolso y me he dirigido a la boca del metro. Realmente hacía fresco en la calle y he resguardado las manos en los bolsillos de la gabardina cuando en el izquierdo con el tacto he reconocido que había un billete del metro. Lo he sacado y me he quedado sorprendida de cuando databa : 26/03/07 … sorprendida por qué? Porque me he dado cuenta que desde entonces, no me había puesto esa gabardina pero que de no haber sido por ese billete no me hubiera percatado del tiempo que ha pasado. Es curioso pues es el tiempo que hace que dejé de ir en metro a trabajar ya que desde entonces lo hago en coche. Me sorprende de qué forma condiciona mi vida el coche y hasta que límite… No me había parado a pensar que no solo me condiciona en cuanto a la ropa que me pongo cada día especialmente en invierno ya que prescindo totalmente de ropa de gran abrigo al no tener que caminar a la intemperie largo rato, solo los 2 minutos que tardo en llegar hasta el coche, o , al calzado que al no tener que darle trote conservo las tapas de los tacones prácticamente intactas sino que, si sigo dándole vueltas rebuscando en lo que afecta a mi día a día y sin contabilizar la pérdida económica que ello conlleva y el riesgo directo que implica contra mi persona cada segundo que lo conduzco, puede que me asuste un poco. Esta mañana, he vuelto a experimentar mis aventuras en metro de Madrid. En estos años ni ha mejorado ni empeorado y dado que cuando dejé de utilizar este medio de transporte ya era como una gran ¨multinacional¨, nada me ha extrañado la diversidad de fisionomías . Todo sigue por así decirlo, igual. 18 de Mayo. Es la primera vez que viajo en bus hasta Aranda de Duero. Desde hace casi 9 meses lo hago en fines de semana alternos. A pesar de haberme levantado a las 07:30 casi llego tarde al intercambiador de la Avenida de América para coger el bus de las 11:30. He perdido la noción de cuánto tarda el tren en hacer el recorrido entre estación y estación y las que debo contabilizar hasta el destino. Antes me conocía el plano del metro como la palma de la mano, en cambio ahora soy lo más parecido a un taxista. Dan las 11:31 y parte el bus rumbo a Aranda. Me preparo para disfrutar del viaje, para observar cada lugar, cada rincón que de reojo llevo viendo durante este tiempo según conduzco mi coche. Ha debido de volver a nevar unos días atrás ya que la montaña vuelve a palidecer, parece estar espolvoreada de talco más que de harina, o, es azúcar glass, sí, ya que me recuerda a un gran alfajor. A derecha e izquierda observo vestigios de las atalayas defensivas árabes de la Sierra de Madrid. Los valles están a media luz, chispea. Vamos haciendo parada en algunos pueblos y lo que en coche supone 01:30 h este viaje se puede dilatar hasta en casi 3h. Ahí está La Cabrera! No sé qué tienen esos riscos que tanta atracción siento, me entristece y ablanda el alma a la vez que me hace sentir muy viva… es que una cosa va unida a la otra, indudablemente. Una oveja blanca amamanta a un cordero pardo, que contraste tan chocante. Paramos en la Cabrera y nos aproximamos a los riscos, son impresionantes! Casitas de tejado de pizarra típicas de la sierra. En un patio hay una gran piedra que emerge de la tierra como enorme seta y que se ve que se utiliza como mesa de jardín. Llevamos una hora y vamos por el Km 68 / 163. Según lo estimado, llegaremos a Aranda en 2h15 pero, para nada va a ser así. A la izquierda el embalse de Riosequillo, ya llegamos a Buitrago; espero que pasemos de largo sin hacer parada. Una flota de camiones de bomberos forestales aparcados en batería en el patio del depósito, parecen soldados a la espera de recibir órdenes… pues sí, vamos a hacer parada. Seguimos y a pocos metros otra flota, en este caso de la guardia civil, todo parece estar en perfecto estado de calma. “Comer y beber son cosas que hay que hacer, pero bien” dice un cartel. “Casa Eduardo”… sonrío. Un gato corre ya que un perro le persigue; que no crucen la carretera, pienso. El rió Lozoya!! Las vaquitas pastando, el campo sigue teniendo aspecto enmoquetado. En Madrid a 12º aquí 7º. El sonido de la lluvia golpeando el enorme parabrisas. Estoy esperando el momento de llegar al lugar desde donde se divisa la cascada. A veces me resulta difícil adelantar a los autobuses cuando van en carretera ya que consiguen una velocidad pero este va por el carril derecho a no más de 90/100km/h. El conductor es un hombre amable y de buen ver, yo diría que este no es su oficio pero lo hace muy bien. Se ven a lo lejos unas luces ámbar que indican el comienzo del puerto, Somosierra está casi a la vista. 4º tenemos ya y nos atrapa una densa niebla. 3º y entramos en el túnel, al otro lado está mi “Shangri-la “ y, sí, ahí está la cascada! no tan potente como en época de deshielo pero sigue siendo espectacular. Veo que hay un camino desde Somosierra al lugar, habrá que ir a verlo de cerca. ¡ Madrid hasta pronto! Cada pasajero - de los que puedo divisar desde mi asiento- uno va leyendo sobre las distintas bodegas de vino del mundo, otro con un portátil, otro haciendo una sopa de letras y yo escribiendo a puño y letra. La erosión en la tierra rojiza en la ladera de un montecillo me recuerda a las montañas de Melides en el litoral Portugués que este a la vez me recordaba a Ayers Rock. Veo que este año los campos se visten de verde y amarillo, lo he podido comprobar, cada año se visten distinto… parece ser que los colores no se quisieran quitar protagonismo y se ceden la vez, posiblemente bienal, quien sabe. Km 115, otra parada, Boceguillas, han abierto la puerta y entra un frío que corta. Ya están aquí los molinos de energía eólica, en breve el área Tudanca y… fin del trayecto. De regreso a Madrid a las 20:30 del Domingo, desde el asiento 8D veo a lo lejos lo que parece ser un gran atasco en la nacional, justo en el cambio de rasante, que no sea así, ruego... en qué pérdida de tiempo se puede traducir este parón, eso nunca se puede saber. El terreno está todo blanco, miro al termómetro del autobús, hay 7 grados: no puede haber nevado. Me fijo detenidamente y me doy cuenta de que se trata de una capa de granizo de unos 15 cms de grosor. Llega el autobús al sitio y, 1h para recorrer 100m. No me queda a penas batería en el móvil pero llamo a mi hijo y le aviso de que no llegaré a Madrid a la hora prevista por el atasco y de que se puede cortar la comunicación en cualquier momento, él me comunica que Andrea está buscando el motivo de la retención y me anuncia que ha habido un accidente en cadena de unos 50 coches justo ahí, donde yo me encontraba inmovilizada. Claro, debido a la granizada. Hoy es 27 de Mayo. A eso de las 13:30 me han avisado de que ya tenían el coche preparado para irlo a recoger, estaba previsto para mañana pero algo ha querido que hoy fuese el día. Hoy, 27 de Mayo ha sido el día en que mi amiga/hermana firmaba el contrato de alquiler de la casa que va a compartir con su amor. Todo sucedió de la noche a la mañana a pesar de que se conociesen desde hace 6 años. Es curioso como a veces la vida hace que no nos fijemos en lo que nos rodea y que miremos a lo lejos en busca de lo que tenemos tan próximo. De los casi dos meses que salen juntos, llevan casi los mismos compartiendo sus vidas de forma intensa y hoy, se van a vivir juntos. Ella deseaba que sus personas más queridas estuvieran en ese primer momento, justo cuando se firmase ese contrato de alquiler que bien pudiera ser el de su propio compromiso. Allí estábamos - obviamente su novio- su madre, su verdadera hermana y, yo. Es maravilloso y enternecedor que alguien que no lleva tu sangre te considere como a una verdadera hermana y que esta hermana la considere a ella de la misma forma. Sé que a nada que se ¨esfuercen¨ van a ser felices, mucho más de lo que ya lo son. La casa es perfecta, llena de rincones que irradian energía positiva, una casa de esas del Madrid del siglo pasado. Hemos brindado por el momento que estábamos disfrutando y hemos sido muy felices, todos. Han dado las 23:00 y sabía que él estaba a punto de llamarme para darnos las buenas noches. Yo en Madrid, él en Aranda de Duero. Le he echado de menos en este ¨evento¨ pero es que le echo de menos en tantos otros momentos. Debo admitir que me he sentido mal en mi más lejano interior, he sentido que yo nunca voy a tener algo parecido a lo que ellos están viviendo y él, estoy segura de que según le contaba donde me encontraba en ese momento y celebrando qué, se ha sentido igual que yo. Se ha hecho tarde y debo irme ya, ellos , la pareja, mi amiga/hermana y su pareja me acompañan al aparcamiento a retirar mi coche, nos damos un beso y abrazos. Monto en el vehículo que como ya sabéis, sintoniza Rock FM por defecto y... que canción suena al dar al contacto? Romeo and Juliet de Dire Straits... no es la primera vez que me sucede algo así, que escucho una melodía asociada al momento vivido, es increíblemente... excitante? Madrid a estas horas de la noche - casi las 23:45- un Lunes está casi desértica, 4 gatos... ellos y yo, bueno, 5 en este caso y, todos gatos auténticos, menos él que es Holandés. Bajo las ventanillas ya que la noche lo permite, hace fresco pero me viene bien para despajarme por completo de las 2 copitas de cava que me he tomado en la celebración. Madrid es una maravilla a cualquier hora siempre y cuando el momento sea el apropiado. He aparcado en la Plaza del Marqués de Salamanca y me he confundo en la salida y he acabado en Príncipe de Vergara, los semáforos estaban todos en verde y así iban a permanecer aun un buen rato, la calle totalmente despejada y recta y, a muy corta velocidad, cerciorándome que no había nadie por ninguna banda, he cerrado los ojos y conducido unos metros mientras escuchaba la música y a través de los parpados percibía el verdín del par de semáforos que he pasado. Que belleza la Puerta de Alcalá iluminada, que serenidad tan traicionera... traicionera porque los lugares siempre están ahí, son perennes, solo las circunstancias o los ojos con los que les vemos hacen de ellos, de los lugares, que sean maravillosos ,o, horripilantes. Hoy todo era bello, lo era la bandera de España gigantesca ondeante en la plaza de Colón y lo era la plaza en si, en cambio este mismo lugar, el Sábado noche ,o, más bien el Domingo a las 05:30 era un lugar dramático cuando de regreso de estar con mi amiga/hermana disfrutando de su despedida de ¨soltera¨ cuando regresaba en taxi a casa, en esa misma plaza hubo horror, la estatua de Colón estaba cabizbaja y su brazo apuntaba a ningún lugar, la bandera no ondeaba .Un casco y una moto de cualquier manera en mitad de la plaza y un cuerpo sin vida . Hoy he regresado totalmente feliz a casa, mañana quien sabe y, quien lo quiere saber.

viernes, 8 de marzo de 2013

AIRBAG

El habitáculo compartido durante el trayecto se tornaba incómodo a veces. No por ser este reducido sino por el hecho de compartirlo… por el hecho de no tener más remedio que permanecer allí sentada, por el hecho de poner en duda si quería estar allí, por el hecho de saber que a la vez sí quería… por el hecho de querer poder no tener que entablar conversación y por el hecho de tener la necesidad de entablarla. Por todo ello y, posiblemente por más, el espacio compartido se convirtió en una especie de “airbag”.
Después de unas decenas de kilómetros compartidos, una parada en un lugar supuestamente de usual rigor, elegir entre unas viandas y vino ambos de origen, seguimos rumbo al destino elegido. Una vez arribados y, con ganas de complacer al estómago, entre niebla y lluvia meona, con un frio de un par de narices, allí en lo alto de aquella montaña, encima de una enorme piedra suavemente forrada de musgo, improvisamos el particular banquete. Navaja cabritera en mano para ir cortando encima del trozo de pan el delicioso pedazo de chorizo, el tocinillo de beta y el trago de vino, a morro.

Invitados estáis, se les dijo a unos montañeros que, se arrimaron a darle un trago al vino para acto seguido continuar su trayectoria la cual, les seguiríamos nosotros tan solo unos kilómetros. La niebla espesaba cada instante y hubo frustración por su parte ya que el escenario no era el que se quería mostrar pero, cuando de naturaleza se trata, esta es dueña de sus actos y no se deja controlar, de ahí , su hermosura y atractivo constante.
Poco a poco la vista fue habituándose al entorno, a esa densa opacidad y de repente pude ver a lo lejos lo que parecía un pequeño islote y esforzando un poco más la vista en su reflejo al ras vi lo que parecía ser un lago. En ese instante me dio la sensación de que en cualquier instante aparecería remando Caronte . Sí , allí precisamente ante mí se encontraba una de las lagunas y esforzando un poco más, ¡los vestigios del glaciar! Todo se tornó perceptivo, el sonido de las cascadas, de mis mismas pisadas, de los pájaros trinando, de mi respiración, del latir de mi corazón.

Ya de regreso se hizo un alto en un mirador desde el cual apenas se divisaba el otro lado del valle. El cielo no estaba gris, más bien negro. Posicionados uno al lado del otro, sin más… mirando al frente , cada uno con sus propios pensamientos y sensaciones, a través del oscuro algodonar celestial se abrió un diminuto agujero por donde un rayo de sol desesperadamente se hizo camino y, al igual que cuando se abre el telón lentamente en cualquier escenario, como utilizando un puntero láser señalizando… ese rayo de sol nos fue abriendo con su luz centímetro a centímetro dando vida y color a la inmensidad del valle y cerrando tras de si lo ya alumbrado, ofreciéndonos sin mas y haciéndonos saber lo que puede siempre haber al otro lado.

Allí en silencio, mirando de reojo el uno al otro, supe en ese instante que el “airbag” ya se había desinflado dando paso a la apertura del telón.