martes, 9 de octubre de 2012

Escucho campanadas , sabré por donde ...



Tengo una peculiar atracción por las campanas y su sonido. Por ese sonido que a pesar de proceder de un objeto de mismas características, cada una de ellas suena distinto. Están las que se fabrican en serie (si es que aun se fabrican campanas) estas, suenan a lata pero aun así, cada una suena distinta, a lata de coca cola a lata de cerveza, tanto a lata que, tanto dan la lata. Están las campanas que en su día se fabricaron de forma artesanal, esas que se precisaba de gran paciencia y dedicación de principio a fin, con el fin de conseguir que esta tuviese alma propia. Curiosamente, entre muchos de los factores que influyen en el ¨tono¨ de una campana, es el estado anímico del artesano que la está fundiendo. También la fase lunar y hasta el clima y, por supuesto los materiales con que se fabrican y como se van incorporando capa a capa las distintas aleaciones y temple. Paciencia, ya que una campana de verdad no está lista para su ¨vida laboral¨ antes de 3 meses.


Todo pudo empezar cuando de pequeña vi una película muy antigua llamada ¨Los Invasores¨. La película trataba de unos vikigos que basándose en una leyenda, van a la búsqueda de una campana de oro que unos monjes habían construido. La historia llega a oídos de un líder musulmán y este también se dispone a ir en busca de la misma aventura. Uno de los interpretes era Sydney Poitier y creo que es en una de las pocas interpretaciones en las que le he visto de malo. No se la razón pero sí la cantidad de campanas que habré dibujado en mi infancia. Unas con mayor cintura que otras, otras cabezonas, otras cuadradas, todas valían.

La campaña de ¨mi pueblo¨ es particular ya que, no suena como todas las demás.

Hace unos años cuando por primera vez visité el pueblo que me he adjudicado como propio, lo que más me atrajo no fue solo su conjunto monumental, sino el sonido de las campanas de la iglesia que me recordaban a otras de su misma estirpe. Cuando puedo pasar allí unos días, las campanas son mis más leales compañeras durante el día pero me dejan descansar en la noche. Justo este comentario, el de que de noche no se escuchan , fue el motivo por el cual, alguien que supuestamente debía saber mucho a cerca del pueblo, me dijo que las campanas no tocaban, que solo se trataba de megafonia. A pesar de que me resultó impactantemente decepcionante el comentario en ese momento no pude ir a comprobar si era cierto o no pero, si me dio motivo para que de forma instantánea, algo me viniese a la cabeza y fue que; Si analizando la procedencia y minuciosa elaboración de esa maravillosa campana, la solera e identidad y si una triste y fría grabación del sonido de cualquier otra campana de su magnitud, me ha podido engañar y he pensado que era autentico su sonido y, comparando estas maravillosas piezas únicas, con las piezas únicas que somos los seres humanos, llegué a la conclusión de que, la gran mayoría de nosotros, somos como las campanas de cualquier localidad en la actualidad. Pura fachada y majestuosidad pero no tenemos sonido propio, es un sonido pre-grabado y pre-determinado, del todo engañoso.

No podía creer que ¨mi campana¨ no fuese autentica, que me hubiese dejado engañar tan fácilmente y, a las 23:55 de una de las noches que pasé allí en verano, me fui y me senté en uno de los bancos de la plaza desde donde podía observar la oquedad de su copa de donde como un gran pistilo asomaba uno de los componentes principales del conjunto, el badajo. Llegado el momento esperado, no hubo movimiento en la torre del campanario o, al menos, no el que yo deseaba pero, si pude observar un objeto parecido a un martillo golpeando el interior de la copa, provocando el sonido en la misma. No quedé del todo desilusionada ya que pude comprobar que de megafonía no trataba y que del todo engañada no estaba y pensé, que no estaba todo perdido. Que hay campanas que no tienen mas remedio que aceptar el progreso pero, que no dejan de ser campanas, nunca.

http://www.youtube.com/watch?v=t9A60e16SvM