lunes, 14 de noviembre de 2011

La Rosa de Jericó


Hace muchos años, escuché hablar a una anciana acerca de la Rosa de Jericó. Ella, contaba la leyenda de forma extraordinaria, completamente convencida de sus ¨poderes¨. Durante un tiempo busqué donde comprar una rosa pero, por entonces, todo esta menos asequible o al alcance y no encontré la forma de hacerme con una, no por el hecho concreto de creer que me traería suerte, sino por pura curiosidad de ver si efectivamente, una planta muerta, pudiese revivir al cabo de los años.

Hace cosa de un mes, pasé por una floristeria que había pasado por delante de la puerta mil veces y, en esta ocasión, miré al escaparate y allí vi unas de estas rosas. Entré y compré 2, una para mi casa y otra para dar -que no es lo mismo que regalar- a una persona especial. Cuando estuve preparada, decidida o motivada, saqué la rosa de su bolsita y sin hacer el ritual Arameo de la Esperanza, ya que a tanto no llego, sí di la bienvenida a ésta, a mi casa y le puse como es debido, un nombre. Preparé un bonito bol donde depositarla con su correspondiente agua y durante 7 días, la mantuve hidratándose, observando como efectivamente, va resucitando y hasta llega a adoptar un colorido aunque muertecino, algo verdoso. Supuestamente, hay que escribir en un papelito todo aquello que se desea, o al menos, lo que queramos que se cumpla y se pone debajo del recipiente. Llegado el séptimo día en el cual había que dejar de hidratar a la planta y entonces, pedir los deseos. No podía imaginar o pensar que era lo que quería desear ya que no era nada y lo era todo o, era todo que en realidad, no significaba nada. En un papelito, escribí; tú decides. Lo doblé lo máximo posible y lo deposité no debajo del recipiente sino encima del corazón de la rosa y me olvidé. Al cabo de unos días, fui a ver si aun estaba ¨viva¨ y ésta, se había cerrado por completo, acogiendo prietamente en su interior el papelito que yo le había ofrecido. Al parecer, se puede hidratar las veces que se quiera y finalizados los 7 días, volver a dejar secar y pedir más deseos. En mi caso, jamás volveré a hidratarla ya que en su interior, reside mi petición y no va a variar.
Que son los deseos si no el producto de las no acciones, de aquellas a las cuales no ponemos remedio o, sabemos que no lo tienen. Deseo que acabe la hambruna en el planeta, deseo que acabe la tasa tan elevada de mortandad en los niños en el tercer mundo, deseo que no se les explote, que no se abuse de ellos sexualmente, deseo que dejemos de fingir amor hacia el prójimo, deseo que acaben las guerras de una vez por todas, incluyendo la de los sexos, deseo que le hombre llegue al autoentendimiento para así entender a los demás... deseo, deseo, deseo.. NO, no lo deseo, lo quiero, lo reclamo ya que al igual que al resto de los seres, me pertenece. No deseo nada que no me pertenezca por ley, y no hablo de la ley que encierra la trampa, hablo de la ley humanitaria. No se que desear para mi misma, siento como un espacio vacío, más que vacío abierto, donde se puede albergar, donde se acoge aquello que va llegando al igual que se marcha. Podría desear que me tocase la lotería, pero sé que si quiero dinero, me lo tengo que currar, si es que me dejan. Podría desear lo mejor para mi hijo, pero eso no lo deseo, lo quiero y por eso, ni pienso en ello.
El deseo, es un arma de doble filo. Por un lado, podemos llegar a alucinar con ellos y por otro, encontrarnos en el más profundo aletargo, esperando a que se cumpla.