martes, 4 de octubre de 2011

Adversidad

No es que le encuentre lógica a cada reacción o aptitud del ser humano, pero, se sabe que, nadie es totalmente dueño de sus actos, en ocasiones, ya que, los miles de factores que nos rodean son los que moldean y vuelven a moldear nuestro carácter. Las circunstancias por las que pasamos a diario son en gran parte las causantes de nuestra forma de ser ,o, no ser..
La otra noche, según regresaba de dar una vuelta con mi hijo, me sorprendió el comportamiento de una persona... bueno, nos sorprendió a ambos ya que automáticamente nos miramos el uno al otro con la misma cara de asombro.
En un esquinazo, bajo la luz amarillenta de una farola, había un grupo de adultos alrededor de una personita que no levantaba más de 90cms del suelo y que no tendría más de 3 años. Este, un niño, lloraba y moqueaba a mansalva y, echaba la cabeza hacia atrás dejando el cuello completamente suelto, sin sujeción , los ojos medio en blanco y la boca abierta llena de baba. Una mujer, estaba agachada, de rodillas agarrándole de los hombros, preguntándole que por qué siempre hacía eso... que el médico les había dicho que él no estaba malito y que no tenía porqué ponerse así siempre. El niño, en su llantina, miró a la mujer, que resultó ser su madre y la dijo; lo hago para hacerte de sufrir. Ella, la mujer, la madre, se levantó y sin emitir el menor sonido ni hacer el más mínimo gesto, se dio la vuelta y empezó a caminar, alejándose de aquella escena caminando con rapidez, con cara de horror, lástima, odio, asombro, agarrándose la cabeza y entremetiendo los dedos en pelo, tirando hacia atrás. Allí quedaron los otros, uno de ellos, el padre que, por lo que pude observar, no se marchó él también abandonando al niño, no sé porqué no. No puedo imaginar lo que esos padres pensaron en ese momento impactante cuando el niño les confesó el motivo por el cual lloraba y que auto- provocaba ese estado a cada rato y, según parecía, lo venía haciendo desde hacía bastante tiempo. Todos sabemos que las personas intentamos llamar la atención precisamente cuando carecemos de ella. Nos manifestamos de mil maneras para hacernos ver y sentir. Provocamos nuestra propia enfermedad si es preciso... mil artimañas con tal de “sobrevivir” con nuestros complejos y necesidades innecesarias.
Recuerdo esos momentos cuando era pequeña en los cuales me sentía que no sentía nada, que no sabía que me pasaba; era aburrimiento, soledad, mimo... o tan solo era esa etapa que todos pasamos de la niñez en la cual ni estamos ni dejamos de estar en este mundo, esa extraña sensación “burbuja” en la que lo sonoro y lo insonoro son la misma cosa. Comportarse sin saber porque o porque no, de esta o de aquella manera, es lo más normal sin saber que sentimiento se le está aplicando a los actos, pero, lo de este niño, que pude ver en la mirada que dirigía a su madre como realmente sabía lo que era el estado de sufrimiento y, como con su comportamiento reiterado, hacía de sufrir a propósito a su madre.

Siempre pensé que hay ciertos sentidos ,o, sentimientos que solo se van aprendiendo, interpretando o, desarrollando a partir de cierta edad o, según que experiencias pero, este niño rompió esos esquemas por completo ya que no me cuadra que un niño tan pequeño sepa lo que es el sufrimiento de tal manera que lo sepa identificar y poner nombre y ante todo, saber como mostrarse para hacer sufrir y, quererlo hacer a la persona que supuestamente, mas le quiere y a quien en esa precisa etapa de la vida, él más debería querer.