viernes, 19 de agosto de 2011

Miedo al miedo # 2

A los 45 , se descubrió que mi padre sufría de una grave dolencia, la coronaria. Según nos dijeron los médicos él había tenido este problema desde que nació. El corazón de mi padre había mutado desde los principios de su desarrollo y durante gran parte de su existencia, creando nuevas vías de circulación donde las que había eran casi tapones y modificando el transito dependiendo de las necesidades funcionales – algo así nos explicaron- y por esta razón, nunca se le pudo practicar ninguna intervención como podría haber sido una angioplástia o similar, nadie se atrevía a meter mano a esa rara creación. Desde su nacimiento y hasta los 45 nadie sabía de su enfermedad, esta había sido inexistente. Soportó a los 41 lo que supuestamente fue el primer infarto, mientras trabajaba haciendo pozos en Australia. Según nos contaron los compañeros cuando le trajeron a casa, le encontraron tirado inconsciente y todos lo achacaron a la calor y el agotamiento. A los pocos días, regreso a trabajar como si nada. Una vez ya en España, a los 45 empezó a tener problemas para cargar peso y hacer esfuerzos lo que le impedía trabajar. Le hicieron las pruebas pertinentes y detectaron que hacía unos 4 o 5 años, había sufrido un gran infarto y, los datos señalaban justo a aquella perdida del conocimiento en Australia. Vivió de niño el horror de los bombardeos de la guerra, trabajó como una bestia y vivió como si nada. Él, después de manifestarse su dolencia, nos contaba que de joven cuando surgía alguna gresca, él se ponía pálido y sudaba de forma fría y notaba como si se fuese a desmayar. Recordaba que siempre le pasaba bajo circunstancias excitantes y cuando hacía esfuerzos como , cargar los haces de leña de la poda de más de 100 kilos a pulso al vagón del tren o cuando bajo tierra picaba para hacer las alcantarillas de Madrid a base de piqueta. Decía que a veces llegaba casi a perder el conocimiento medio asfixiado sin saber el por qué. Nos contaba , una vez sabido toda su situación, las cantidad de veces que en realidad pudo haber perdido la vida. No solo por la dolencia, diría yo pero, tenia muchas tareas pendientes por realizar y, vaya que si las realizó!!!

Hace 7 años- ya tantos- tengo la sensación que eran menos- se marchaban él, mi madre y mi hermana de vacaciones a Mallorca, él hablaba mucho conmigo de todo y, me dijo en voz baja sin que ellas lo escuchasen, mientras estaba sentado en su sillón; chica, no tengo ganas de hacer este viaje, no me encuentro bien, pero tu hermana no conoce Mallorca y habrá que ir ya que les hace ilusión. Allí le dio una angina de pecho y estuvo ingresado los 15 días de las vacaciones. Ellas me llamaban y él nunca se ponía al teléfono- no tenían móvil- y siempre había una excusa. Yo no quería pensar en algo trágico, pero algo me llegaba constantemente. El pidió el alta voluntaria para regresar a Madrid, a casa, sin miedo. Cuando llegaron, por la tarde después del trabajo fui a verles y en ese momento mi padre entraba al salón, tan estirado y elegante como siempre pero, en ese instante, mi corazón se encogió ya que detrás de esa presencia, estaba la presencia de la muerte.
Yo les había preparado la comida para cuando llegasen, unas albóndigas y, cuando le di el abrazo y el beso, me dijo al oído, pufff como estaban esas albóndigas, cosa seria!!! Esa misma noche, a las 3 sonó el teléfono en mi casa. Era mi madre... chica, que papa está malo, lleva unas horas fatal y está a ver si se le pasa, pero no hay manera, baja ahora mismo - yo vivo en el portal de al lado- bajé y me encontré a mi padre sentado en la cama con cara de mucho sufrimiento. Llamé a la ambulancia dándoles todos los datos referente al estado de mi padre y que hacía unos días había sufrido una angina de pecho, que vinieran volando que se estaba muriendo. Tardaron más de 40 minutos en venir, pero vino una doctora de guardia sin ningún instrumental aparente para la situación. Llamé desesperada otra vez a la ambulancia y llegaron cuando ya no hacía falta. La doctora no tenía fuerzas - le daba asco- para reanimar a mi padre y yo fui quien le intentó reanimar, yo le dí el ultimo soplo de vida y segundos después, todo acabó. Le había repetido el infarto y en esta ocasión, ya no se pudo quedar… físicamente, claro está.

A veces pienso, cuando pienso en el caso de mi padre, que de haber sabido desde siempre que estaba tan enfermo desde siempre y, valga la redundancia, posiblemente él habría vivido con miedo y ese miedo no le hubiera dejado vivir libremente como lo hizo. Viajó a Australia arrastrando a su esposa e hijos, a su familia. Trabajó como nadie y, no le tubo miedo a la excitación, ni a la pobreza, ni al amor, ni a la felicidad y demostró que una vez lo supo, ni a su corazón tubo miedo , ya que hacia bestialidades aún después con una pastillita bajo la lengua, o dos… él fue una de las personas que me enseñó que solo hay que tener miedo al miedo.