martes, 22 de febrero de 2011

Germinar

No me gustan las plantas de interior, me recuerdan a los pájaros enjaulados. Hace unos meses, la única que he tenido en mi vida, un tronco del Brasil que llevaba conmigo más de 2o años, se murió. Antes de que esto sucediese, se encontraba en un estado lamentable. En estos años, siempre había estado en la misma tierra y misma maceta. Me daba miedo cambiarle no sea a ser que se muriere en el trasplante. Solo había crecido unos 50 cm. y echaba una hoja yo creo que por año y a la vez tiraba otra. El tronco era fino como una barita de bambú y de aspecto fosilizado. Unos días antes del trágico suceso, perdió todas sus hojas pero, no perdí la esperanza ya que pude observar que del tallito brotaba una diminuta hojita de un verdor esplendido y que creció muchísimo de la noche a la mañana. Yo estaba emocionada con su única hoja ya que aun así , horriblemente bonito, deseaba mantenerle. La hoja llegó a su máximo tamaño y en ese momento, fue cuando murió.

Yo temía perder mi planta si la trasplantaba y, aún sabiendo que de no hacerlo, le estaba perjudicando, ya que a la larga la tierra que tenía llegaría a estar carente de minerales y vitaminas, optaba por no tocarla por si acaso...

Las personas, podemos llegar a vivir la historia de esa planta, con la diferencia que, nosotros, lo hacemos, si no voluntariamente, sí conscientemente. Permanecemos en macetas de distintos orígenes que dejan de tener minerales, solo por el echo de pensar que, si cambiamos de maceta, aun sabiendo que esta que dejamos nos perjudica, podamos morir en el intento. Prefiriendo llegar a la muerte segura, lenta y agonizante.

Hoy, depués de haber estado en una de esas macetas durante casi media vida, recuerdo el momento en el que eché esa última hojita. Esa que al igual que mi planta echó con la intención de germinar por ultima vez antes de acabar de existir. Esa que me hizo reflexionar a tiempo y fortalecer mis raíces para romper esa maceta y saber, que las plantas, donde mejor crecen es en el campo.