sábado, 22 de enero de 2011

Creo...

Creer es, no estar seguro.

Se que la vida es luchar no por ganar una batalla, sino para que no lo sea continuamente.

Se que estoy de paso pero que quiero estar mientras estoy.

Se que no soy única pero que no hay otra como yo , y que esto se repite con cada ser y que cada uno merece respeto.

Hay tantas otras cosas que sabemos con certeza pero que son tan imponentes que solo creemos en su existencia ya que saber, aunque curte, es muy duro.

domingo, 16 de enero de 2011

Chorradillas

Donde dije digo, digo Diego, o, en realidad quería decir Diego y dije digo,o, simplemente no sé ni lo que digo.. diga lo que diga, solo se trata de decir. Digamos lo que digamos, solo decimos. Digo yo, dices tú. Dices que digo, digo que dices, todos lo decimos. ¿Quien dice que digo, lo dices tú? No serás tú quien dice que yo digo, porque tú no dices nada, digas lo que digas.

martes, 11 de enero de 2011

¿ Qué es el paraiso?

Indudablemente, el paraíso no es un lugar especifico. Carece de color, textura o forma, solo es una percepción, una sensación de bienestar que todos perseguimos. El paraíso es algo que llevamos en nuestro interior pero que no dejamos que aflore, precisamente porque el concepto ¨paraiso¨ al que nos referimos, es erróneo. Lo que conocemos como tal, es la fotografía que nos han vendido y esto, es lo que pretendemos encontrar. Un lugar lleno de palmeras, aguas cristalinas de color azul turquesa. Una extensa e interminable pradera llena de flores silvestres de mil colores con un único árbol también en flor y, un cielo azul angelical. Cualquier escenario de este tipo, o, cualquier otro de nuestro agrado, se le llama paraíso. ¿por qué no? pero, una vez aquí, nos encontramos en el paraíso o creemos estar porque así nos lo han contado. EL paraíso no existe o, al menos, deja de existir en el momento en el que se interpreta mal el significado. El paraíso es el paraíso mientras éste sea una ilusión, mientras soñemos con ello, mientras sea inviolable. Una vez violado, se convierte en un negocio, en el momento en que se convierte o convertimos en algo meramente material. El paraíso en este estado, se puede convertir en nuestro infierno, en esa trampa que nos lleva a la condena eterna.

El paraíso no se comparte, es intransferible. El paraíso no es algo que alguien construye para ti y, tú, no debes intentar construir uno para otros. El paraíso que es bueno para ti, deja de serlo para el otro ya que lo has construido basándote en ti mismo. Nadie quiere un paraíso ajeno, al menos, no por mucho tiempo. Los paraísos son independientes y, dentro de su independencia, se pueden allegar. Llegan para ser disfrutados en su gran momento y en breve se van, con la intención de regresar en cualquier instante, solo hay que estar dispuestos a acogerles según vengan. Estos momentos precisos, son el paraíso.

miércoles, 5 de enero de 2011

Roscón de Reyes


Hoy es 5 de Enero, está oscureciendo y todos los niños del barrio andamos como locos. Nevó justo en el día de Navidad y aun está todo cubierto por un manto blanco, esponjoso y limpio, sonoro, lleno de vida. Las chimeneas de las pequeñas casitas del barrio , están humeantes y, entre el humo, se ven algunas chispitas candentes, debe ser de los trocitos de leña que se disparan desde el interior de las salamandras, pero a mi me parecen estrellitas. El ambiente está impregnado de un maravilloso aroma, el de azahar. No se si este aroma tiene algo que ver con el jolgorio que tenemos todos los niños, pero seguro que sí. Justo al lado de casa, hay un horno de bollos, donde hacen los mejores roscones de reyes del mundo entero. Observo, que ya empiezan a llegar los chavales, los más mayores del barrio, a la puerta de la bollería. En breve saldrá el bollero a seleccionar al grupo que necesita para que le ayuden en la labor de la elaboración de los roscones. La curiosidad me corroe y después de un rato de espera, decido entrar a ver que se cuece en el interior de la bollería. La fachada del edificio está cubierta de uralita de zinc y la puerta de entrada no es muy grande. Entro casi a oscuras, solo entra luz de espaldas, hay un pasillo no muy ancho, mas bien del mismo tamaño que la puerta, el suelo es rojizo , las paredes laterales parecen de color ocre, pero no lo puedo distinguir ya que la luz cada vez es más tenue. Según me aproximo al ecuador del pasillo, la luz que proviene de atrás deja de iluminar y lo hace la que sale de enfrente de mi, la del final del pasillo. Dudo en seguir o dar marcha atrás pero, decido continuar. Puedo escuchar al bollero dando órdenes a los chavales, también se oyen sus voces y sus risas, solo son chavales y para ellos, esta noche no es de labor, sino de una especie de juego encantado y, efectivamente, encantado parece el lugar. Asomo mi hociquillo y me ve el dueño, me dice; Sila, ven, pasa !! pero no te arrimes a las máquinas y mucho menos al horno. No soy desconocida para el ya que Almudena, su hija, es una de mis amigas. Obedezco sin recelos. Esta es mi gran oportunidad de fisgonearlo todo. Según entro, a mi derecha, se encuentra una enorme mezcladora o amasadora, tiene dos enormes brazos metálicos que no dejan de aporrear los ingredientes que se encuentran en su interior, bum bum bum, así es como suena bum bum bum. En el medio de la sala se encuentra una larga mesa que ocupa gran parte del espacio, en ella, se encuentra la “Joya de la Corona”, los rosconcitos, pequeñitos y llamativos, aun sin cocer, tan blanquecinos pero tan destacables ya, con sus trocitos de frutas escarchadas de diversos colores. Hay harina por donde se mire, por los suelos, en la mesa, en las manos de los chavales y hasta en la puntita de mi nariz y entre el trenzado de mis coletas. Todos llevan delantales blancos al igual que los gorritos. Miro a mi alrededor y creo estar dentro de uno de esos cuentos Navideños, mi propio cuento… uno de tantos. La gira continua y noto un calor especial , un calor que desprende olor, un olor dulce. Es hora de abrir el horno para sacar los roscones que ya están horneados, en su punto. Que gran diferencia de cuando aun están en la mesa, ahora ya son grandes, gordos y son dorados, y solo dan ganas de hincarles el diente . Preparan otra hornada , esta ya no veré su resultado ya que el dueño me dice que debo irme ya, que tienen que atizar el horno y que eso puede ser peligroso ya que a veces, los trozos de carbón en ascua pueden saltar y me podría quemar. El horno, ese particular dios del fuego, lo más parecido a lo que se llama “infierno”, pero eso si un infierno dulce y perfumado. Me alejo muy obediente y según lo hago, abren la escotilla para alimentarle y ruge como condenado pidiendo más y más, giro la cabeza y una lengua de fuego quiere escapar de su encierro. Que susto!! corro que me las pelo... vuelo. Estoy en la calle, atrás dejo esos momentos mágicos, hace mucho frío y corro a casa. Llaman a la puerta , es mi abuelo, que como cada año, nos trae el roscón de reyes. Tengo una gran idea! voy a buscar la aguja de punto y sin que nadie se entere, pincharé el roscón y localizaré el haba de la suerte. Mañana, cuando mi madre me pregunte por donde quiero que se empiece el roscón, apuntaré en el lugar exacto.

lunes, 3 de enero de 2011

Palabras

Un padre dijo a un hijo antes de salir de casa, cuando este se dirigía a clase el día de los exámenes finales: No me decepciones... el hijo miró al padre y el padre al hijo y esto fue todo. Que menos que la palabra ¨suerte¨, pero ni eso. Decepción: pena que sentimos cuando algo no es como esperábamos. Decepción, desilusión, desengaño, todas ellas parecen palabras penosas, de un sufrimiento inmensurable que solo reside en uno mismo y que es causado por agentes externos, cuando el motivo que desencadena llegar a tal estado, a veces, muchas, es el propio egoísmo de cada ser. El padre teme la decepción que las posibles malas notas de su hijo puedan ocasionarle, teme a la desilusión pero, ¿ qué piensa su hijo de él, de su comportamiento ante su posible fracaso? no cree el hijo que su padre le está decepcionando por no intentar entender que él hace lo posible por evitar esa decepción mutua. El hijo lleva a cuestas su propia decepción y la de su padre, se siente culpable porque cree que las notas han sido insuficientes, no soporta el desengaño que su padre pueda sentir. El hijo siente decepción, pero en este caso, no está siendo egoísta, como lo estaba siendo su padre. En este caso, en el del hijo, la palabra decepción, sí es penosa ya que el hijo no siente decepción de su padre porque no sea el mejor padre, sino porque ese, es su padre. El desengaño, la decepción van relacionados casi siempre al egoísmo propio, cuando no se nos da lo que queremos, pero, ¿ donde está el límite de nuestras exigencias?

sábado, 1 de enero de 2011

1' x 7000.000.000

Cada vez se escucha más la frase; no tengo tiempo. Si no hubiera tiempo, no habría espacio, no existiriamos.

El espacio, tiempo, es el mayor de los fenómenos, yo diría que es el único. Nos acoge, protege, admite, maltrata, aniquila,desespera.. es el dueño de la existencia. Está a nuestra disposición gratuitamente, inalterable dispuesto a cedernos un pequeño lugar en el cual, cada uno de nosotros puede destinar a su antojo. Cada milésima de segundo del espacio tiempo es inmensamente grande, no hay sistema existente capacitado para tal medición, lo que nos parece insignificante e instantáneo, es capaz de acoger a la vez la escalofriante cifra de 7.000.000.000 de seres pobladores de este nuestro lar, obsequiando generosamente a cada cual con el dominio y distribución de su propia vida. Un minuto en realidad son 7.000.000.000 y cada año supone un total de 7.000.000.000, donde ; mueren, nacen, lloran, ríen, odian, aman, matan , cada uno de sus discípulos y, todos a la vez, compartiendo. No creo que el tiempo se nos otorgue gratuitamente. El tiempo es nuestro maestro y nosotros sus discípulos y, se espera de nosotros que, de el tiempo de nuestra estancia en el, empleemos una parte en recompensar , la gracia de vivir. Nadie tiene derecho a destruir el año, ni el mes, ni el día, ni tan siquiera el segundo que todos compartimos ya que a nadie corresponde en propiedad.