domingo, 9 de mayo de 2010

Chorradillas

Me resulta más saludable saludar a quien no me gusta, que retirarle el saludo. Si al verle, siempre tengo que tener en mente que no me gusta, ello me está perjudicando pues continuamente revitalizo lo negativo que este produce en mi, contaminado de esta manera mi paz interna.

Es más fácil saludar por inercia que agachar la cabeza o retirar la mirada.

Carta de Amor...


Cuanto te echo de menos... recuerdo la primera vez que nos vimos hace ya algunos años, muchos… en un monte, para muchos perdido... mientras caminando me topé contigo, tú inmenso nogal centenario,tú, eras de lo más hermoso, te encontrabas al lado de una alberca abandonada... abandona alberca, abandonado nogal,abandonado tú… por esta razón alberca y tú existíais aún. Siempre hablaba a mis amigos de ti y de aquel lugar y por más que insistían, egoísta de mí, jamás soltaba prenda,o más bien sería prudente de mí.. allí se respiraba pureza, el agua de la alberca y la clorofila de tus hojas, hacían del lugar una mina de oxígeno puro... allí dormí las siestas más impresionantes y renovadoras jamás, allí amé , lloré , reí y, pude observar como el comportamiento de los que allí íbamos, era distinto al llegar al lugar, éramos parte de la naturaleza que nos acogía con satisfacción... ese lugar, esa alberca y ese nogal,tú...

Después de más de tres años, cuando regresé al lugar, mejor dicho al horror, según me aproximaba, pude comprobar que se había trazado un camino y, que se había limpiado bastante maleza... justo desde la revuelta, siempre se veía la espectacular copa del nogal tu copa y, en esta ocasión, no se veía... corrí con desesperación a una velocidad que jamás pensé llegar a alcanzar, iba medio asfixiada y también lloraba... lloraba al ver que ya no veía el nogal, que ya no te veía, que se había esfumado ese santuario, que lo habían matado... que lo habíamos matado entre todos, como estamos matando poco a poco a nuestra madre... nuestra madre, la tierra.

No puede más, mi cuerpo no me respondía, notaba como mi corazón, mis órganos vitales se ponían de acuerdo para acabar conmigo... no recuerdo más, solo que me desperté tirada en el suelo, agotada y me invadía una tristeza aplastante, no había músculo que no me doliese. Pude levantarme y llegar a lo que quedaba del anciano nogal, a lo que habían dejado de ti... pude ver tus innumerables anillos, desde el primero en tu corazón hasta el ultimo, próximo a tu corteza. Pude observar las irregularidades que el paso del tiempo habían ejercido sobre ti. Tú me contaste cómo había transcurrido tu vida, como habías crecido plácidamente de una semilla que había estado pendiente del momento exacto en el tiempo, para germinar... que habías estado presente, ofreciendo tu sombra en época de calor a muchos, que habías ofrecido alguna de tus ramas para calentar a otros, que habías ofrecido tus frutos para saciar el hambre a más y, que podrías haber seguido ofreciendo, de no haberte segado la vida. Con una pena que me hacía temblar, me tumbé encima de tus resto y , permanecí allí en posición fetal largo rato, no es descriptible la sensación de aislamiento que sentí, parecía que no estaba en el mundo, que el circulo que formaba lo que quedaba del árbol,lo que quedaba de ti, era el mundo en sí, adormecida de manera extraña, escuchaba como si se estremeciera algo dentro de tus entrañas, esas que no querían dejar de existir….los lamentos de esas raíces que iban muriendo irremediablemente.

Me levanté entumecida y, por última vez, repase tus anillos, esos anillos de la vida y, dentro de mi gran tristeza encontré un brote de alegría pues, uno de los últimos anillos del nogal, uno de tus últimos anillos, habían pertenecido a mi vida o, más bien nuestras vida se habían pertenecido.

Quiero que sepas que no me has dejado, que no te he olvidado, que nunca lo haré y que Arturo, mi hijo, sabe de ti, sabe de la importancia de los de tu especie y sabe que sin vosotros, nosotros dejaremos de existir. Gracias por los años de felicidad que nos has proporcionado y lamento y me culpo en nombre de la humanidad por haberte segado la vida, esa que nos la proporciona a nosotros.

No me puedo despedir, no sabría como hacerlo…